Priorización de la vacunación contra el COVID-19: la protección de los más vulnerables

Priorización de la vacunación contra el covid-19 la protección de los más vulnerables

Análisis de las políticas nacionales de distribución de vacunas

Publicado el 10 de mayo de 2022

En la mayoría de los países, se priorizaron a los grupos con mayor vulnerabilidad o riesgo clínico para ser los primeros en recibir la vacuna contra el COVID-19[1]. Sin embargo, una mirada somera de la distribución de la vacuna contra el COVID-19 entre los distintos grupos de ingresos indica que es posible que países de renta baja y media-baja no hayan sido capaces de proporcionar una cobertura significativa para proteger a los grupos clínicamente más vulnerables antes de ampliar la vacunación para incluir a todos los adultos. Aunque hubo paridad entre grupos de ingresos en el plazo entre la primera dosis de vacuna y la ampliación de la vacunación a la generalidad de las personas, en promedio (mediana), en los países de renta alta se había vacunado al 18.6 % del total de la población antes de ampliar el acceso a las vacunas. Entre los grupos de renta baja, la cifra queda justo al 0.4 % lo cual sugiere que se vacunó a una proporción mucho más modesta de estos grupos prioritarios. Aunado a las bajas existencias durante el 2021, esto puede ser lo que empeoró la cobertura de vacunación los grupos más vulnerables, quienes tienen limitada su capacidad de competir por las vacunas.

Con las órdenes de priorización de los países, se prevé que será alta la proporción inicial de vacunas aplicadas a personas de los grupos expuestos o clínicamente vulnerables, aunque la cobertura de vacunación de la población general sigue relativamente baja. Por ejemplo, un análisis rápido de las tendencias revela que, en promedio, los países UE/EEA han logrado vacunar un 73 % de sus trabajadores de salud y un 54 % de sus poblaciones de adultos mayores antes de ampliar la vacunación a la totalidad de adultos. En virtud de las estrictas políticas de priorización, en promedio, un 75 % de todas las personas totalmente vacunadas eran miembros de uno de estos grupos.

Los datos cronológicos de las tasas de vacunación entre los grupos prioritarios en los países africanos no están disponibles por el momento para poder evaluar su cobertura antes del acceso universal. Sin embargo, al 6 de abril del 2022, en su mayoría, los países de la región lograron sobrepasar una aceptación del 40 % entre trabajadores de salud, que es el umbral inferior de la OMS de la cobertura alta[2], incluso los países en las primeras fases de la vacunación con una cobertura del 20 % en general. Pero, casi 18 meses después de que se administrara la primera dosis de vacuna contra el COVID-19 del mundo, hay cinco países africanos que siguen sin poder proteger a una proporción grande de sus trabajadores de salud de vanguardia.

WHO recommends that every country achieves very high vaccination coverage for older adults, who are at substantially higher clinical risk. However, there are significant gaps in the level of protection for older adults in African countries, as 15 of the 27 countries for which there is data have vaccinated less than 40 percent of individuals from this priority group. This includes a subset of countries whose vaccination campaigns are slightly more advanced and are approaching 20 percent overall coverage, suggesting that even though very low vaccine supply to the region has been an issue throughout 2021, it does not fully explain these relatively low rates. Moreover, broad vaccine eligibility may further impair vaccine access for older adults who are likely to be disadvantaged in competing for their doses.

At the time when they expanded their vaccination campaigns, lower-income countries reported significant obstacles to their rollouts. For instance, in Cameroon, which extended vaccine eligibility less than two months after administering its first dose, vaccine hesitancy was widespread, as only one in five healthcare workers had accepted the vaccine^[3] and 37 percent of doctors were unwilling to receive any COVID-19 vaccine^{[4]. Significant financial constraints were also impairing the country’s ability to conduct a widespread communication campaign to address reluctance to vaccination^[5] and to recruit sufficient healthcare personnel^[6]. Thus, in the context of the very limited supply throughout most of 2021, the government was facing the risk of vaccine expiration coupled with significant uncertainty about the arrival of the next vaccine delivery. Similarly, Malawi had received a large shipment of vaccines with a short shelf life^[7] and, despite immediately deploying them and expanding coverage to all adults just 26 days after initiating its vaccination campaign, was unable to administer nearly 20 percent of them before the doses expired^[8,9].}

The emergence and rapid spread of novel variants of concern has underscored that no one is safe until everyone is, and universal vaccine access is critical to ameliorating the significant impacts of this pandemic. Yet, prioritizing vaccine access for vulnerable groups can have a greater impact on reducing hospitalisations, deaths, and socioeconomic effects per dose than a first come, first served approach, which threatens to leave out vulnerable and marginalized groups who tend do have lower mobility and access to information. With continued interventions to support vaccine uptake among vulnerable groups, countries can begin to narrow the preexisting inequities that the pandemic has already exposed and exacerbated. For instance, in parallel to expanding vaccine eligibility to all adults, Rwanda initiated door-to-door vaccinations, bringing the vaccine to older adults^[10]. Similarly, in Kenya, a multilateral partnership between the World Health Organization, local governments, non-governmental organizations and the private sector coordinated a large-scale vaccination campaign to dispel misconceptions and provide vaccine access to people living with disabilities, people without a home, and other marginalised groups^[11].